La contracultura
Palabras clave:
psicología, historia de la música, ciencias socialesResumen
La historia del rock en México se remonta a la década de los años 50’s cuando la radio la televisión comercial y las empresas disqueras, dieron un fuerte impulso aparentemente inexplicable pero generoso, a los grupos que comenzaban a surgir por todas partes, principalmente en la capital de la república.
En realidad; y más que un apoyo a la moda que venía de Estados Unidos de una juventud de la posguerra -que parecía haber llegado al clímax del american way of life; los empresarios mexicanos vieron un mercado que se abría ante sus ojos, por la respuesta tan favorable que la juventud daba a los programas de radio, televisión y cine; consumidores de aquel nuevo producto que se asociaba más con una limpia y envaselinada juventud, que con la que en siguiente década serían los rebeldes y desaliñados sujetos que traería el hippismo, asociado, al lema de una realidad distinta: “peace and love”.
Baste recordar el éxito que tuvieron en la radio y en la televisión figuras como César Costa y los Black Jeans con “El Tigre”, Los Hooligans cantando “Agujetas de Color de Rosa”, Enrique Guzmán y los Teen Tops interpretando “Popotitos”, Toño de la Villa y los Locos del Ritmo con el rock’roll “Yo no soy un rebelde sin causa”, Johnny Laboriel y los Rebeldes del Rock y “La hiedra venenosa” o Luis “Vivi” Hernández, y los Crazy Boys vocalizando “El Niño Popis”, y salvo raras excepciones, la mayoría de los materiales musicales que interpretaban los grupos, eran versiones acopladas a las melodías de manera rítmica y en las que las letras hablaban de una realidad a la que los jóvenes mexicanos se sentían identificados, es decir, con el naciente ritmo al igual que las clases populares.
Asimismo, cintas como “Rebelde sin causa” de James Dean, “El rock de la cárcel” con Elvis Presley o “El salvaje” y Marlon Brando encarnando al líder de una pandilla de motociclistas; aunaron con su presencia en México, la moda que comenzaba a verse, escucharse y bailarse con el ritmo contagioso y sensual del rock’roll, que pronto en la mayoría de los adolescentes de la época, tuvo aceptación y fue acogido como propio. No obstante, los cantantes y músicos mexicanos de aquella época, poco tenían en común con Elvis Presley, Little Richard, Jerry Lee Lewis, Chuck Berry, Fats Domino o Bill Haley; y la problemática norteamericana. Para los músicos de color la tradición había nacido de los spirituals, el rag time y los blues clásicos; música surgida como respuesta a la opresión que los negros esclavizados habían sufrido por más de doscientos años y que se manifestaba a través de la música.
Y en el caso de México, una nación con poco más de treinta años de pacificación después del triunfo de la Revolución de 1910; que había participado, casi simbólicamente en la Segunda Guerra Mundial con el Escuadrón 201 y que iniciaba su despegue industrial después de la Expropiación Petrolera del 38, tenía otra tradición. Sin embargo, ahí estaba el rock’roll haciendo cada día más adeptos entre los jóvenes mexicanos.
Quizá por eso, al arribar a la década de los 60’s y aun cuando las marcas disqueras, la radio y la televisión, trataron paulatinamente de ir restando apoyo económico a ésta corriente musical; por sus propias características cosmopolitas, ya había arraigado en el gusto de jóvenes y adolescentes muchos de los cuales crecieron escuchando el Rock de la Cárcel, Lucila, La Plaga y El Rey Criollo. De tal manera que cuando dan inicio los sesentas, surge en Inglaterra la llamada “ola inglesa”, con el “sonido Liverpool” de Los Beatles, los Rolling Stones, The Animals, The Who, The Kinks, The Yardbirds entre otros; y en Estados Unidos con Bob Dylan, Jimmy Hendrix, Janis Joplin, Los Doors, The Cream y muchos más.
La respuesta de los jóvenes, no se hizo esperar, abanderaban el naciente movimiento y consumían todo lo que la nueva corriente traía consigo. Era la naciente cultura pop o también llamada Contracultura, fenómeno social que se oponía a los gobiernos que seguían las pautas de lo instituido, o sea, un movimiento mundial antisistema, en el que la Guerra Fría sufría ya el agotamiento de sus valores. Escenario para que 1968 fuera el año en el que los jóvenes nacidos durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial y principios de la posguerra, se lanzaran a las protestas más extendidas de la época contra lo establecido.
Así surgen movimientos, lo mismo en Checoeslovaquia, la Primavera de Praga; en Francia el Mayo del 68; en México, el Dos de Octubre; en Estados Unidos el movimiento por los Derechos Civiles y la Convención Nacional Demócrata, y lo mismo sucede en Argentina, y en Inglaterra. Pareciera que los jóvenes de todo el mundo, por razones en ese momento aparentemente inexplicables, pero como si se hubieran puesto de acuerdo, presentaban un frente común contra el stablishment: con la colaboración contra la competencia; con la creación contra la producción masiva; con la paz contra la guerra; con la libertad contra las reglas; todo lo propio de una sociedad y un mundo que consideraban caduco. Y entre ellos los jóvenes hippies; herederos de la filosofía existencialista de Jean Paul Sartre. Los llamados beatniks, que se transformarían en la Beat Generation de los Estados Unidos con William Burroughs, Jack Kerouac, Gregory Corso, Lawrence Ferlinghetti y Allen Ginsberg; artistas que se habían tornado más conceptuales y angustiados, por la decadencia de la cultura occidental, que identificaban como El Sistema. Y aquel movimiento pasó de los beatniks a los hippies. El beatnik sí, denunciaba los vicios del sistema, pero no daba soluciones. En cambio, los hippies empezaron a soñar con un nuevo mundo de paz y amor. Respuestas que apuntaban en una dirección distinta. Había que reconquistar el mundo; se precisaba un cambio, de ahí que se planteara como un movimiento en el que ya se vislumbraba lo global; pero entendido desde una perspectiva que incluyera en el concepto social político y económico a la Contracultura.
Son los años en los que el hombre pisa por primera vez la luna; se recrudece la Guerra de Vietnam y se abren las comunicaciones intercontinentales con la primera transmisión vía satélite a todo el mundo a través del legendario Early Bird (El Pájaro Madrugador) y que tiene dos acepciones, una que refiere al ave que llega antes de lo esperado o acordado; y otra que describe a la alondra; un pájaro tempranero y matinal que anticipa algo próximo a suceder o acontecer; que bien pudo haber aludido al cambio tecnológico que revolucionaría las comunicaciones, hecho que se hiciera realidad con la primera transmisión mundial, en la que Inglaterra presentara a los Beatles cantando “All you need is love”, preludio de lo que sería la necesidad planetaria de que todo lo que necesitamos fuera amor.
Sin embargo, toda esa euforia, esa efervescencia, ese querer cambiar al mundo, un mundo contaminado y polucionado, parecía ser el clamor en el desierto de una juventud a la que se le exigía definirse, decidirse a crecer e integrarse a las sociedades de consumo, si querían sobrevivir. No obstante, se deciden a no aceptarlo, respondiendo como la generación que se sacrificaría, que entregaría su vida de ser necesario, a nuevos ideales que desafortunadamente en muchos casos, los llevarían de la opresión a la sumisión, a la muerte o a la locura, y no a lo que pretendían, el cambio por un mundo mejor.
Fue el enfrentamiento desigual entre jóvenes idealistas e inexpertos, frente a estados con intereses y objetivos bien definidos, que de ninguna manera iban a permitir que la dominación y el enajenamiento derrumbaran o echaran por tierra sus logros políticos, económicos y sociales, solo porque una juventud de “locos” pretendía cambiar el rumbo ya establecido de un materialismo a ultranza y un consumismo desquiciante.
Por eso al vincular al rock’roll con su contiguo natural, el movimiento pop, se origina otro modo de vivir y ver la vida, reflejado en jóvenes, desinhibidos y alegres y que se inscribe en la Contracultura, hechos que dan por sentado sus opositores, de que la espiritualidad, el jazz y el budismo, mezclados con la promiscuidad, las drogas, la pobreza, el amor libre, el alcoholismo y la drogadicción, lo único que supuso fue un cocktail en el que el ansia de rebeldía de una juventud “desorientada”, “mal educada” y “peor formada” de acuerdo a los cánones establecidos, no podía dejar más que muerte y locura a su paso. No obstante, y no como una justificación de los años y los sucesos que se vivieron, sería digno de reflexión el discernir que, sobre todo, fue la entrega de miles de adolescentes, jóvenes y adultos a los que no les importó, sacrificar y entregar su futuro, su cordura y en muchos casos su vida, en la búsqueda de una sociedad más justa y digna. Por eso es importante cuando se analice el porqué de esas conductas, se haga con elementos de juicio y no nada más a la ligera, pues se puede caer en el error de no interpretar lo más objetivamente posible, que lo que vivieron fue un intento por cambiar las formas de ser y de pensar principios del porqué de sus demandas, frente a la represión que sufrieron.
Si fueron visionarios, idealistas o locos, solo el tiempo dará la razón a esa tan llevada y traída juventud. Lo que sí parece resaltar es el gran número de contradicciones que marcaron esa época en la que el hombre no solo avizoró, sino que se situó en el umbral del siglo veintiuno.
Realidad en la que los únicos que han sacado provecho de que el mundo sea “un pañuelo”, han sido los dueños del gran capital, los ejecutivos, los hombres de empresa, los políticos y los negociantes del narcotráfico salidos de una cloaca siempre abierta; y que se rasgan las vestiduras cuando oyen hablar de la búsqueda de sociedades con un orden social distinto, más justo que muestre otra manera de ser y de pensar del ser humano.
Ver en otro sitio:
https://www.calameo.com/read/0058295671601fd2e7fe3#google_vignette
Descargas
